¿Quién dice que no se puede cuidar sin sujetar en un hospital? – NewsLetter Fundación Cuidados Dignos

¿Quién dice que no se puede cuidar sin sujetar en un hospital? – NewsLetter Fundación Cuidados Dignos

Don Manuel ingresó en el hospital de agudos para operarse por una desgraciada caída y la consiguiente rotura de cadera.

La rehabilitación fue bien, a pesar de la lógica desorientación de una persona de 80 años con demencia.

Los problemas empezaron al trasladarlo al hospital de media estancia.

Se hizo a las cinco de la tarde, por conveniencia del hospital de agudos, sin que el hospital receptor pusiera ninguna pega.

Desacertado.

Muchas personas con demencia sufren el llamado «síndrome crepuscular» que se produce al inicio de la tarde o al final del día.

El paciente muestra confusión, agitación y trastornos de conducta.

Manuel lo sufrió. Se puso nervioso, se agitó, quiso levantarse de la camilla. Y claro, se podía caer o agredir a alguien…

Quiso quitarse las vías y acabó golpeando a la enfermera que se las puso, y chilló…y lloró. Porque quería salir de allí.

Era peligroso que se levantara y él lo intentaba sin parar.

Los hijos estaban angustiados y los sanitarios, al no saber cómo abordar la situación, le sujetaron con un cinturón a la camilla, lo que no relajó la agitación sino que la aumentó.

Entonces le sujetaron también las manos porque conseguía retirarse la sujeción inicial.

Y no falla: a más sujeción, más agitación. Lógico.

Nuestro paciente acabó volcando la camilla y a él mismo, amarrado a ella.
La situación era terrible, aunque por suerte no acabó en un nuevo traumatismo.

En aquel momento la única manera de calmar todo aquel caos era utilizar una sujeción química. Una inyección de haloperidol.

El tratamiento de los días posteriores con el mismo medicamento ralentizó la rehabilitación y alargó la estancia más de lo debido.

Más días de estancia, más coste para la sanidad pública y más coste personal para don Manuel y su familia.

Se podría haber evitado.

Es labor de los profesionales prevenir al máximo posible que el paciente entre en un estado de delirio y agitación.

Esto se consigue adaptando los procedimientos organizativos, el lenguaje y nuestra quehacer a la persona.

La medicina debe ser personalizada, incluso en un hospital o en un servicio de urgencias, donde en muchos casos es la primera vez que ven al paciente que están atendiendo.

Se deberían haber recogido datos sobre Manuel: que padecía demencia, que era un hombre de gran fortaleza física y algo agresivo, con tendencia a padecer delirios…

Entonces, se habría adaptado el trato a esta persona en concreto y se podría haber evitado la agitación y todo el sufrimiento posterior.

Se puede hacer, hay muchos hospitales que ya lo hacen, lo mismo que todo tipo de centros asistenciales.

Es cuestión de voluntad, de centrar la atención en la persona, y de método.

En Fundación Cuidados Dignos llevamos más de una década investigando y formando a profesionales de todos los niveles asistenciales en una nueva mirada y metodología que hace innecesarias las sujeciones que tuvo que sufrir Manuel y todos los que le rodeaban.