La tolerancia es un derecho humano inalienable.
Pero ¿por qué se necesita promoverla?
Porque no se puede dar por hecha.
En la naturaleza humana se encuentra tanto un enorme potencial de compasión como el rechazo frontal al diferente.
Cuál de las dos se manifestará más dependerá de los valores morales dominantes.
Y puesto que los seres humanos somos diversos por naturaleza, tanto el rechazo como la aceptación pueden manifestarse dependiendo del trasfondo moral de una sociedad.
A veces la diferencia viene dada por una discapacidad permanente, o una temporal debida a un accidente o enfermedad, o la merma de capacidades que conlleva la vejez.
Las personas que se encuentran en estas circunstancias se enfrentan a un mundo que por lo general está diseñado para los «normales».
Un entorno y un estilo de vida que da por hecho demasiadas cosas sobre lo que uno es capaz de comprender o realizar.
Desde una visión optimista podemos afirmar que la sociedad ha evolucionado y las personas dependientes son cada vez más consideradas, están más integradas en la vida comunitaria.
Pero queda un largo recorrido por hacer. Aún falta empatía.
La buena noticia es que se puede cultivar a muchos niveles.
Personalmente, cada uno podemos pulirnos, poniendo conciencia.
Interesarte activamente por comprender sus circunstancias y sentimientos, ser consciente de sus limitaciones respecto a ti, y también de sus fortalezas. En una palabra, ponerte en tu lugar.
Para entender qué es una discapacidad, nada mejor que observar en uno mismo las tareas o actividades que nos resultan más difíciles por nuestras características personales, esas que nos causan una pequeña desventaja.
Cualquier hándicap nos puede ayudar a empatizar.
Por otra parte, es esencial educar en la tolerancia desde la más tierna infancia.
Educando en valores, como a través de los cuentos inclusivos, que presentan personajes con una realidad diferente de la estándar e invitan a empatizar.
O previniendo el acoso escolar, fruto de una intolerancia por el diferente que aparece desde pequeños, se diría que de forma natural.
A la hora de resolver estos conflictos, tanto los acosados como los acosadores deben ser tratados con el mayor respeto.
Porque a veces tendemos a criminalizar al que ejerce la violencia, olvidando que esta suele ser fruto de un conflicto emocional no resuelto, al menos a estas edades tempranas.
Los profesionales del cuidado no están exentos de formarse en la tolerancia.
Aunque su vocación profesional les presupone una sensibilidad y compasión superiores a la media, nadie está libre de los prejuicios que impregnan la cultura en la que se ha criado.
Así que es un acto de superación personal y profesional, dotarse de la formación necesaria para cambiar la mirada hacia las personas que cuidas.
A lo largo de los más de 10 años de actividad, en Fundación Cuidados Dignos hemos observado una y otra vez como un cambio de perspectiva puede llevar a una organización a un funcionamiento muy diferente, con una nueva forma de cuidar más respetuosa con la dignidad de la persona.
Los valores humanos ya existentes en las cuidadoras se concretan en nuevas prácticas que permiten el respeto a la libertad de decisión sobre la propia vida, la libertad de movimientos (no sujetar), un mejor trato… En definitiva, la mejor vida posible dentro de las limitaciones de cada uno.
La tolerancia no es solo un valor cargado de buenas intenciones, sino que se traduce en una vida más humana para todas.
Un saludo
Equipo FCD |
