La experiencia de un paciente real y las sujeciones

La experiencia de un paciente real y las sujeciones

En nuestra continua Campaña de Sensibilización de la No Sujeción, la Fundación Cuidados Dignos se compromete a dar voz a aquellos que han vivido en primera persona las prácticas de contención.

Hoy compartimos el conmovedor testimonio de una persona con problemas de salud mental, cuya experiencia destaca la importancia de una atención sanitaria que priorice la dignidad y la libertad individual. 

Su relato es un recordatorio poderoso de por qué nuestro trabajo en la eliminación de sujeciones no solo es necesario, sino urgente.

 

 

 

Soy testigo de la contención con sujeciones.

 

«En primer lugar quiero agradecerles a todos los aquí presentes la oportunidad que me han brindado de contar mi propia experiencia acerca de la contención del paciente. Espero que sea de ayuda para todos ustedes.

Desde mi experiencia como paciente la contención mecánica no sirvió de nada, al contrario, generó en mí más sentimientos de rabia, de impotencia, de culpabilidad, de preguntarme qué había hecho para merecer eso…

Cada día que pasaba atada era un paso más hacia el precipicio, un precipicio de soledad, de oscuridad, de encerrarme en mi misma para protegerme de los demás: del psiquiatra , de las enfermeras de las auxiliares porque las vivía como una amenaza, eran ellas las que me ataban a la cama por orden del psiquiatra.

Temía el hablar desde lo que estaba sintiendo y experimentando realmente por si esto iba a suponer un  día más de contención, de estar atada a una cama que poco a poco te va tragando y las correas te impiden ser tu misma, llegué a un punto en el que la vida carecía de sentido para mí, me veía allí atada y era como si me repudiara a mi misma, a mi historia personal, mi presente no tenía sentido de ser, ¿A qué persona le gusta verse atada a una cama o con una camisa de fuerza como me la pusieron a mí?

Fueron días, incluso semanas seguidas de estar atada a aquella cama que poco a poco se convirtió en una cárcel.

Unas correas que no sirven de nada a largo plazo, al contrario, lo único que generaron en mí, fueron un sentimiento, una experiencia de empobrecimiento personal, de venirme abajo más de lo que ya me encontraba, para qué servía el expresar lo que sentía o lo que vivía si el psiquiatra ya no iba a cambiar su diagnóstico acerca de mí, o el tratamiento a aplicar.

En aquel momento me sentí impotente, una impotencia difícil de expresar con palabras, pues es tan honda que no sabes cómo describirla, cómo decirles al psiquiatra, a las enfermeras a las auxiliares que lo que te están haciendo no es lo oportuno, que atada a una cama no se sale adelante, parecía que ellos tenían la verdad absoluta y que en mi caso, mi palabra tenía poco o nada valor.

 

 

Creo que al paciente también hay que escucharlo desde una postura abierta y no perdiendo de vista que el paciente es el protagonista de la terapia aún en los momentos de crisis.  

Me parece que, en ningún momento, las personas con problemas de salud mental ni ningún otro tipo de paciente, se merece estar atado a la cama por muy grave que sea su dolencia, día tras día, una cosa es contener a un paciente en un momento puntual en el que él es un peligro para sí mismo, y otro es utilizar dicha contención mecánica para aliviar el trabajo y la preocupación del personal sanitario.

No estoy a favor de la contención mecánica porque en  mi caso y os hablo desde mi propia experiencia, no se solucionó el problema de fondo, al contrario, lo agravó aún más.

Creo que la solución no es la contención a un paciente que tiene una crisis, creo que lo más oportuno aunque sea más costoso y sea más difícil, es sentarse a hablar con dicha persona o bien administrarle un fármaco que lo sede, porque ante todo es persona. 

Yo me sentí desprotegida por no tener una persona a nivel legal que defendiera mis derechos, de ahí os pido que se regule la normativa, si es que no se ha hecho ya, en torno a la contención del paciente, porque en muchos momentos ni  el paciente ni la familia ante esa situación de contención prolongada, no sabe a quién acudir o qué hacer.

Quiero  agradecer al Equipo Médico y sanitario, que en ningún momento dieron la orden de atarme, al contrario, lo que han fomentado es el diálogo en los momentos de crisis, de dificultad… dando así lugar a un proceso de crecimiento, de maduración, de sanación progresiva.

Una maduración que me ha hecho experimentar cómo la protagonista de la terapia, la que no cabía una  contención ni puntual ni prolongada, creo que la palabra y la escucha  es el mejor “tratamiento” en los casos de personas con problemas de salud mental, un diálogo basado en la escucha, en ponerse en el lugar del paciente, de lo que está viviendo en ese preciso momento, en escucharle desde una mente abierta y no juzgando, o no hacerle sentirse juzgado.

Muchas gracias por su escucha y deseo enormemente  que mi caso no vuelva a repetirse en ningún otro paciente psiquiátrico ni de ningún tipo.»